Bienvenido, Bienvenida

En este momento me gustaría estar hablando contigo, frente a frente. Con un café, o una sopa. Con una flor o tres tigres blancos. Contigo. Pero tu humanidad se me escapa, así que te escribo estas cosas, para que imaginemos estar conversando frente a frente, con un café, una sopa, una flor, tres tigres, el cielo....

lunes, 4 de agosto de 2014

DULCE

Un día como hoy hace nueve años, falleció Olga Elena Fitzgerald, mi madre. Afectada por un cáncer de colon que le fue tomando otros órganos. Ella batalló hasta donde pudo, pero sus 75 años no daban para luchar más y ella consideraba que aquéllo que podía haberse constituido su misión en la vida, ya estaba cumplida. Se fue sin miedo, sin culpas cerrando su círculo sin reclamo ni queja. A Olga la llamaban Dulce, nos dijo alguna vez que porque cuando era bebé, no paraba de sonreír a quien se le acercara. Perdió a su madre cuando apenas tenía 5 años, por lo que la orfandad fue su primer golpe en la vida. Mi abuelo se volvió a casar y tuvo otra familia. Ella creció al amparo de abuelas y tías. Estudió magisterio con honores y a los 17 años ya estaba trabajando como directora de los Correos de Bocas Isla, institución muy importante para los pobladores, dado el aislamiento de esa esquina del mundo. De su madre Cristobalina, tuvo cuatro hermanos: Carlos, Eneida, Elsa y Benjamín. Vivió en Colón, Panamá ciudad, Madrid, Cangas de Onís (Asturias), y fue una madre ejemplar. De esas que renuncian al trabajo para estar con los hijos y atender al esposo. De esas que aprenden a ser mediadoras, contables, administradoras, modistas, psicólogas, maestras sustitutas, paño de lágrimas, depositaria de confesiones, gestora de cumpleaños, chef, correctora de pruebas, pero sobre todo, la certidumbre, polo a tierra, ancla, bastón, universo. De esas que velan contigo a la hora del asma y la fiebre, que limpian tus excrecencias, y te dan ánimo y esperanza. La recuerdo todos los días y le doy el crédito por todo lo bueno que pueda, tal vez, haber en mí.