Bienvenido, Bienvenida

En este momento me gustaría estar hablando contigo, frente a frente. Con un café, o una sopa. Con una flor o tres tigres blancos. Contigo. Pero tu humanidad se me escapa, así que te escribo estas cosas, para que imaginemos estar conversando frente a frente, con un café, una sopa, una flor, tres tigres, el cielo....

lunes, 13 de septiembre de 2010

Ideas para un ensayo

Ideas para un ensayo o ¿Para qué sirve la poesía?

Decía mi amigo poeta Jorge Vélez, que “la poesía no es un gato”. Es decir, esa bestia misteriosa, descomprometida, fugaz, por momentos inasible. Tampoco es un perro, digo yo. Ese exceso de fidelidad, entrega incondicional, efusividad descontrolada para un solo amo.

La poesía debe ser más bien como el chita. Veloz, elegante, precisa, bella. Amante de la vastedad, exenta de miedo a la oscuridad o al riesgo calculado.

¿Pero, para qué sirve la poesía?

Si la poesìa sirve para algo, digamos que para abrir las ventanas de la realidad con un bisturí de algodón, el sentimiento humano. Abrirle nuevos caminos a la imaginación, espantar los fantasmas viejos o convocar demonios nuevos y deliciosos. Sirve para no tener que rezar a los muertos, explicar el amor con formulas matemáticas, o curar el dolor existencial con siquiatras o sotanas. Sirve como salvavidas en una inundación de imágenes terribles, el conforto en la última y solitaria hora, o en cualquier solitaria hora. Sirve para conservar la inocencia que es al fin de cuentas la moneda más pura para negociar la felicidad.

¿Alguna otra utilidad?

Sí, también es un vestido. Para que nuestro lenguaje no sea una simple herramienta de comunicación práctica, pero también para producir significados y reinventar las cosas a partir de sí mismas. No es lo mismo decir “una pala es una herramienta de trabajo” que decir “la pala, es la cuchara con la que comen tierra los monstruos invisibles”. Tambièn, véanse si no el hermoso verso de José Martí “espantado de todo me refugio en ti” refiriéndose a la relación con su hijo. O a Eliseo Diego “en la calzada de Jesús del Monte/, donde la poca luz arma paredes con el polvo/ cansa mi principal costumbre de recordar un nombre” cuando un lugar específico cobra importancia para el poeta y logra que cobre importancia para quien lo lee. Sí. También es música. Un desorejado sin sentido del ritmo, no puede escribir poesìa.

¿Y por qué la gente no lee poesía?

Mucha gente sí lo hace. Lo que pasa es que no lo admite. Les da vergüenza. Recuerda que la poesía fue vendida en las postrimerías del siglo dieciocho y diecinueve como algo para que las mujeres se lucieran en reuniones familiares, o para hombres bisoños. Lamentablemente esa fama todavía perdura. Y los maestros y maestras la enseñan como un sonsonete, para recitar en veladas escolares, con grandes dosis de histrionismo, no como una aventura del lenguaje. Y a los propios poetas a veces les da vergüenza decir que lo son. No defienden su identidad de poetas. Como si fuera un pecado o una rareza. En los tiempos de la antigua Grecia, ser poeta era todo un prestigio social. ¿En què momento el poeta se volvió un paria?

¿No será porque la poesìa exige un poco más esfuerzo de nuestra mente?

Claro, es lenguaje abstracto, complejo, bello. Pero no todos tenemos la misma idea de la belleza. Hay quienes ni siquiera saben lo que es la belleza. Con la poesìa, hay que descifrar los códigos, o simplemente sentirlos. Es una relación muy particular entre el poeta y quien lee.

¿De qué nos perdemos si no leemos poesía?
Secretos. Secretos del universo, del alma, del tiempo. De la vida en general. Secretos que se necesitan para poder seguir. Amplitud de criterio, capacidad de ver zonas oscuras. Se pierde mucho el que no lee poesìa. Pero tal vez la poesía sea solo para elegidos. Quién sabe. Los elegidos siempre acaban muertos, o marginados, o perseguidos o locos. Nadie quiere ese papel. También está el tema del lenguaje. El laberinto de las palabras y sus inmensas posibilidades. En la poesía las palabras adquieren personalidad.

¿A quién recomendarías leer poesía?
A los presos, a los moribundos, a los que están enfermos, a los enamorados, a los jóvenes confundidos, a las enfermeras en turno, a los agnòsticos, a los tristes, a los intranquilos, a los eternos aburridos, en fin. A todo el que no quiera desperdiciar su cerebro (que es algo en lo que la naturaleza ha invertido mucho) pero sobre todo, conectar ese cerebro que piensa con el espíritu que siente. Esa conexiòn intangible sin el cual nada sería posible, para bien o para mal.