Bienvenido, Bienvenida

En este momento me gustaría estar hablando contigo, frente a frente. Con un café, o una sopa. Con una flor o tres tigres blancos. Contigo. Pero tu humanidad se me escapa, así que te escribo estas cosas, para que imaginemos estar conversando frente a frente, con un café, una sopa, una flor, tres tigres, el cielo....

jueves, 19 de mayo de 2016

Contigo quiero hablar 1

La sonrisa No tiene nada que ver con una mueca, un anuncio publicitario o un comodín. En realidad, es un don. Una ventaja para armar el gesto. Un privilegio de haber trascendido al primate. 
 Es una manera de llegar a los demás. O de nacer mejor. De conciliar una disputa que no se sostiene ella misma por lo absurda. De decirle a alguien que nada puede ser tan grave que no amerite ese maravilloso dibujo que la inocencia derrama sobre el rostro con la dulzura de un sembradío de girasoles. Una sonrisa es una llave. Abre todas las puertas. Abre huecos en los muros que separan a los distanciados por el ego y la soberbia. Abre caminos que por alguna razón se cerraron. Como todas las llaves, también puede perderse, y es un verdadero inconveniente. Nadie puede fabricarnos una que podamos decir propia. Si la perdemos, solo nosotros podremos encontrarla. La sonrisa tranquiliza el espíritu de quien la recibe. Amansa a la bestia que nos habita siempre agazapada. Limpia el el rostro de quien la da. Es un sí al espectáculo del sol danzando en la ventana. Se parece mucho al amanecer del enfermo que sufre por las noches y cuyo dolor se calma cuando llega el día. O al final de una tormenta que destruyó todo lo que teníamos, pero nos dejó con vida. O a una noche sin balaceras o llantos por hambre, de pan o de cariño. Una sonrisa es mejor que un grito de rencor. Es mejor que una mala palabra. Que un mal pensamiento atravesado en la mitad del ceño como un gato negro en la noche de regreso a casa. Hay sonrisas para dar la bienvenida a los que llegan, desconcertados y solos a un exilio que no se sabe cuándo terminará. Otras que sustituyen el fin de una discusión. La sonrisa es un instrumento natural de los infantes para asombrarse por las buenas cosas que el mundo todavía ofrece: plantas, alumbramientos, obras de arte, lluvias. Sonrisas para agradecer por algo recibido. Para aceptar un halago o reconocer un error. Para despedirse cerrando el paso a la tristeza punzante que se nos instala después de los adioses. Y la sonrisa, no comienza en los labios como se piensa. Nace en las complicadas ramificaciones del corazón. Yo digo que también en la actitud. En la buena disposición para asumir los riesgos y llenar las mochilas de coraje. Los astronautas, se lanzan al espacio con miedo, pero lo arrinconan con una sonrisa que solo ellos saben. Los científicos, cuando logran arrancarle un secreto a la naturaleza, después del grito de entusiasmo, emiten sonrisas de constatación que se dispersan como chispas, verdaderos pactos firmados con su búsqueda. La sonrisa de mi amado es como el sol. Toca en mi como la mano del milagro. Me devuelve la calma en su navegación, cuando la posa en mis ojos. En medio de su rostro es como la aurora del primer día del mundo. Una sonrisa no puede imprimirse en otra parte que no sea el recuerdo. No puede negociarse tampoco. Si se finge es una mueca de primate, un grieta emergida de un corazón seco, un dibujo triste. Es un documento solo alterable por la ofensa, la incompresión o el odio. No puede comprarse o venderse en un mercado, porque no existe moneda que dé cuenta de su valor incalculable. Una sonrisa no se gira como un cheque. Es algo que se da, porque se quiere dar, así, simplemente. La sonrisa es una evidencia de nuestro apego a la vida. Porque solo no sonríen los que ya están muertos. Consuelo Tomás

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